Durante la primera clase del Curso de actualización "Los consumos problemáticos, la salud mental y el rol del acompañante terapéutico", un diálogo franco y espontáneo entre el presidente de la Asociación Ragone, la docente Lorena Amor y una veintena de acompañantes terapéuticas desveló la intrincada trama de su experiencia profesional. Lejos de una mera transmisión de conocimientos, el encuentro se convirtió en un crisol de perspectivas, tensiones y reflexiones profundas sobre una labor en constante definición. En este espacio de intercambio, emergieron líneas argumentativas que no solo iluminan las complejidades inherentes al rol del AT, sino que también resuenan con las fuerzas socioeconómicas que moldean la propia concepción del cuidado en la actualidad.
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Imagen de IA Gemini |
Uno de los hilos conductores de la conversación fue la “semántica del cuidado”, cristalizada en el debate sobre la denominación del destinatario de su labor. La resistencia a la etiqueta de "paciente" por parte de algunas AT no se limita a una cuestión de léxico; encierra una profunda reflexión sobre el poder y la naturaleza del vínculo terapéutico. Al optar por "acompañado", estas profesionales aspiran a una relación más horizontal y humana, donde la persona es reconocida en su integridad, trascendiendo la pasividad implícita en la categoría clínica de "paciente". Sin embargo, la contraposición surge de la necesidad de visibilizar la especificidad de su intervención terapéutica y asegurar el reconocimiento profesional de su experticia.
Esta búsqueda de
definición profesional se entrelaza directamente con la “delimitación del
rol y la imperiosa necesidad de evitar la "invasión de funciones".
La insistencia en establecer un encuadre de trabajo claro con las familias,
especificando horarios y tareas, revela la vulnerabilidad de una profesión aún
en proceso de consolidación. El temor a ser instrumentalizadas como cuidadores
domiciliarios o, aún más preocupante, a asumir responsabilidades médicas para
las que carecen de capacitación y autorización legal, subraya la urgencia de
proteger su identidad profesional y sus límites de actuación.
En el corazón de su
práctica, las AT navegan por la delicada “tensión entre la empatía humana y
la distancia profesional”. La profunda conexión que establecen con las
personas que acompañan, a menudo expresada en términos afectuosos y familiares,
es un testimonio de su vocación de cuidado. Sin embargo, esta cercanía conlleva
el riesgo del "achicamiento" emocional, la dificultad para mantener
una objetividad terapéutica necesaria y la amenaza del agotamiento. Encontrar
el equilibrio entre la calidez humana y la contención profesional se erige como
un desafío constante.
En este contexto de
construcción profesional, la “perspectiva histórica ofrecida por el docente”
resulta esclarecedora. Al comparar la situación actual de las AT con los
inicios de la psicología, se reconoce que la incertidumbre y las incomodidades
experimentadas son inherentes al proceso de legitimación social y científica de
una nueva disciplina. Esta visión alienta la comprensión y la perseverancia en
la búsqueda de un reconocimiento pleno.
En este panorama
complejo, la “importancia del trabajo interdisciplinario y la comunicación
fluida” emerge como un faro de esperanza. La necesidad de una coordinación
efectiva con otros profesionales de la salud se presenta como un antídoto
contra la fragmentación del cuidado y la sobrecarga de las AT. La colaboración
se erige como una estrategia fundamental para brindar una atención integral y
para delimitar las responsabilidades de cada actor en el proceso terapéutico.
Finalmente, la “búsqueda activa de valorización y reconocimiento profesional” a través de la capacitación continua y la articulación con instituciones educativas y gubernamentales subraya la aspiración legítima de las AT a obtener un estatus profesional sólido y una remuneración justa por su labor esencial. En un mercado laboral a menudo fragmentado y precarizado, la inversión en formación se convierte en una herramienta crucial para fortalecer su posición y asegurar su sostenibilidad profesional.
En un contexto
moldeado por políticas neoliberales que tienden a priorizar la eficiencia
económica sobre la profundidad de los vínculos humanos, las voces de estas
acompañantes terapéuticas resuenan con una urgencia particular. Su lucha por
definir su rol, por preservar la dimensión humana del cuidado y por obtener un
reconocimiento profesional adecuado se erige como una resistencia activa a la
economización de una labor esencial para el bienestar individual y colectivo.
Su experiencia, tejida con vocación, empatía y la búsqueda constante de
herramientas para un cuidado más humano y efectivo, ilumina los desafíos y las
esperanzas de una profesión que se abre camino en un mundo donde los lazos
sociales y el cuidado mutuo son cada vez más urgentes.
Los Efectos de las
Políticas Neoliberales en las Profesiones del Cuidado en Salud
Las políticas
neoliberales, con su énfasis en la reducción del gasto público, la
privatización de servicios y la mercantilización de las relaciones sociales,
han tenido y continúan teniendo efectos profundos y a menudo perjudiciales en
las profesiones del cuidado en el ámbito de la salud, incluyendo el trabajo de
las acompañantes terapéuticas.
La economización de
los vínculos humanos, inherente a la lógica neoliberal, tiende a reducir la
complejidad de las relaciones de cuidado a transacciones económicas. Esto se
manifiesta en la presión por la eficiencia, la estandarización de los servicios
y la priorización de criterios de costo-beneficio por encima de las necesidades
individuales y la calidad de la atención. En profesiones como la de AT, donde
la relación terapéutica y la escucha activa son fundamentales, esta lógica
mercantil puede erosionar la profundidad del vínculo y deshumanizar la
práctica. La adopción del término "cliente", como se menciona en el
texto, es un síntoma de esta tendencia a asimilar el cuidado a una mera
prestación de servicios.
La maximización de la
producción y la flexibilidad laboral impulsadas por el neoliberalismo se
traducen en la precarización de las condiciones de trabajo para muchos
profesionales del cuidado. La fragmentación del mercado laboral, la falta de
estabilidad contractual y la necesidad de tener múltiples empleos para asegurar
un ingreso digno, como se evidencia en el testimonio de la AT gastronómica,
generan agotamiento físico y emocional, dificultando la dedicación plena y la
inversión en la propia formación profesional. Esta situación contrasta
directamente con la demanda de una capacitación continua y especializada que
surge de la complejidad de los casos atendidos.
La reducción del gasto
público en salud mental, una constante en las políticas neoliberales, genera
una sobrecarga en los servicios existentes y una falta de recursos adecuados
para la atención integral. Esto coloca a las AT en una posición vulnerable,
donde deben suplir las carencias del sistema sin el apoyo y la supervisión
adecuados, asumiendo responsabilidades que exceden su rol y exponiéndose a
riesgos legales y emocionales. La situación del Hospital Ragone en Salta,
descrito en otros fragmentos, es un claro ejemplo de las consecuencias de la
desinversión en salud mental.
Además, la individualización
y la erosión de las redes de apoyo social, características de la sociedad
neoliberal, aumentan la demanda de profesionales del cuidado como las AT,
quienes a menudo se convierten en un soporte crucial para personas y familias
desamparadas por un estado de bienestar debilitado. Sin embargo, esta creciente
demanda no siempre se traduce en un reconocimiento social y económico
proporcional a la importancia de su labor.
En conclusión, las
políticas neoliberales generan un contexto desafiante para las profesiones del
cuidado en salud. La economización de los vínculos, la precarización laboral y
la desinversión en el sector amenazan la calidad de la atención, el bienestar
de los profesionales y la propia esencia de una labor basada en la empatía, la
escucha y el compromiso humano. La lucha por el reconocimiento profesional, la
delimitación de funciones y la resistencia a la mercantilización del cuidado,
presentes en las voces de estas acompañantes terapéuticas, son una respuesta
necesaria y urgente a los efectos corrosivos del neoliberalismo en el tejido
social y en la salud colectiva.
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